CONVENTO DE SAN ANTONIO DE PADUA
Está situado en la calle San Vicente número 91.
Del antiguo convento solo queda la
Iglesia y poco más, en la actualidad es la sede canónica de la Hermandad del Buen Fin,
ya que la comunidad franciscana se ha traslado al vecino convento de San
Buenaventura, dejándoselo a la
Hermandad por un periodo determinado, en principio veinticinco años y prorrogables en dos periodos de cinco años cada uno.
La construcción data del siglo XVII, destacando
el compás de entrada que está organizado con pórticos de arcadas sobre cuatro
columnas, dos a dos, se le relaciona con Andrés de Oviedo, y tras su muerte en
1631 dejó los diseños del convento en un cuaderno siendo Diego López Bueno su continuador,
ambos muy vinculados con el otro convento franciscano ya citado.
Su composición es clásica, la nave tiene bóveda de cañón, crucero y en las naves laterales bóvedas vaídas. El retablo mayor clasicista está adaptado al presbiterio ya que el primitivo desapareció y el actual fue traído de la extinta Iglesia de San Felipe Neri en 1830. El retablo que hoy podemos ver es extraño en su policromía y disposición, sin embargo es de gran importancia en la evolución de las ensambladuras sevillanas del XVIII. Fue realizado por Jerónimo Balbás y Pedro Duque Cornejo a principios del XVIII, entre 1709 y 1711, presenta estípites de diversas escalas y esculturas en los soportes del propio Duque Cornejo.
La imagen de San Antonio es del retablo anterior. En el brazo izquierdo del crucero, otro retablo neoclásico está presidido por la imagen del Cristo del Buen Fin, una obra de Sebastián Rodríguez de 1645, enfrente otro retablo de finales del XVI dedicado al grupo de Santa Ana, la Virgen y el Niño, este grupo escultótico está flanqueado por San Diego de Alcalá y San Francisco, ambas imágenes de la misma época.
Existen otros retablos cómo el dedicado a San Franciscco, una obra del siglo XIX, neoclásico y a ambos lados los de San Sebasián y el de la Virgen de Fátima, o el de la Pastora, realizado por Montes de Oca
Otros cómo el retablo de la Virgen de los Ángeles, del XVIII, en el que la Virgen se ve flanqueada por las imágenes de San José y San Luís Gonzaga o el dedicado a la Inmaculada de Álvarez Duarte.
En la Sacristía se conserva una magnifica cajonera del siglo XVII, del mismo siglo una casulla de raso y brocado de plata, que pudiera ser la primera confeccionada por la autorización pontificia de Alejandro VII del culto a la Inmaculada, una cruz de nácar y ébano, considerada la mas importante de las conservadas en España, pudiendo ser del XVIII y realizada en Méjico y por último la custodia de plata dorada como prueba del culto eucarístico que se tenía en ese convento.
Su composición es clásica, la nave tiene bóveda de cañón, crucero y en las naves laterales bóvedas vaídas. El retablo mayor clasicista está adaptado al presbiterio ya que el primitivo desapareció y el actual fue traído de la extinta Iglesia de San Felipe Neri en 1830. El retablo que hoy podemos ver es extraño en su policromía y disposición, sin embargo es de gran importancia en la evolución de las ensambladuras sevillanas del XVIII. Fue realizado por Jerónimo Balbás y Pedro Duque Cornejo a principios del XVIII, entre 1709 y 1711, presenta estípites de diversas escalas y esculturas en los soportes del propio Duque Cornejo.
La imagen de San Antonio es del retablo anterior. En el brazo izquierdo del crucero, otro retablo neoclásico está presidido por la imagen del Cristo del Buen Fin, una obra de Sebastián Rodríguez de 1645, enfrente otro retablo de finales del XVI dedicado al grupo de Santa Ana, la Virgen y el Niño, este grupo escultótico está flanqueado por San Diego de Alcalá y San Francisco, ambas imágenes de la misma época.
Existen otros retablos cómo el dedicado a San Franciscco, una obra del siglo XIX, neoclásico y a ambos lados los de San Sebasián y el de la Virgen de Fátima, o el de la Pastora, realizado por Montes de Oca
Otros cómo el retablo de la Virgen de los Ángeles, del XVIII, en el que la Virgen se ve flanqueada por las imágenes de San José y San Luís Gonzaga o el dedicado a la Inmaculada de Álvarez Duarte.
En la Sacristía se conserva una magnifica cajonera del siglo XVII, del mismo siglo una casulla de raso y brocado de plata, que pudiera ser la primera confeccionada por la autorización pontificia de Alejandro VII del culto a la Inmaculada, una cruz de nácar y ébano, considerada la mas importante de las conservadas en España, pudiendo ser del XVIII y realizada en Méjico y por último la custodia de plata dorada como prueba del culto eucarístico que se tenía en ese convento.
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