domingo, 15 de junio de 2014

MONASTERIO DE SANTA MARÍA DE LAS CUEVAS


Mas conocido por Monasterio de la Cartuja, está situado en el margen izquierdo del río Guadalquivir en la Isla sevillana de la Cartuja de ahí su nombre.
Su historia comienza en el siglo XII cuando los almohades utilizan el recinto para instalar unos hornos de cocción alfarera aprovechando la abundancia de arcilla en el lugar y la proximidad del río, la arcilla la conseguían cavando cuevas, lugar que luego también utilizarían los alfareros de Triana.
Existe la leyenda de que en 1248, se encontró una imagen de la Virgen María en una de esas cuevas, posiblemente se escondiera para evitar que durante la dominación árabe encontraran, construyéndose una ermita en el lugar hacia el siglo XIV, dándole el nombre de Santa María de las Cuevas.
Según la leyenda se encontró en 1248 una imagen de la Virgen María en una cueva, se supone que fue escondida durante la dominación árabe, a partir de ese momento se construye una Ermita en su honor hacia el último cuarto del siglo XIV, dándole el nombre de Santa María de las Cuevas, haciéndose cargo la Orden Franciscana, pero fue tal la devoción que despertaba esta imagen que pasa a Monasterio unos pocos años después, en 1399, por orden del Arzobispo Gonzalo de Mena y el patrocinio del noble don Ruy González de Medina, dotándolo de una importante asignación económica.
Tras la muerte del Arzobispo en 1401, sus bienes pasan al Monasterio, siendo utilizados por el Regente durante la infancia de Juan II, don Fernando de Antequera, para sufragar los gastos ocasionados por las campañas militares, dejándoles en una difícil situación. Más tarde sería el Adelantado Mayor don Perafán de Ribera, miembro influyente de la nobleza sevillana el que se hiciera cargo de los gastos de mantenimiento de todo el recinto y de la construcción de su Iglesia, con la única condición de poder ser enterrado en el lugar y que su escudo de armas sustituyera al del Arzobispo Mena. 
Los Cartujos de San Bruno llegarían a finales del siglo XV, esta Orden, que plasmara tan bien el maestro Zurbarán, estaban entregados al ayuno, silencio, pobreza y oración. Sin embargo en el Monasterio había una gran cantidad de obras de arte y otros objetos valiosos procedentes de los muchos benefactores que tenían desde sus inicios, de lo cual se aprovecharon en 1810 los gabachos, saqueando todo ello y utilizando el complejo como Cuartel General. En este periodo los monjes se vieron obligados a marcharse a Portugal, retornando en 1812.
El Monasterio contó con dos hospederías, una en la que se alojaban los familiares de los monjes y demás peregrinos, hoy sería el espacio de las oficinas de la antigua fábrica de lozas, la otra hospedería estaba destinada a las estancias de los cartujos, además de personas de cierta influencia, en ésta estuvo alojado el propio Felipe II en uno de sus retiros espirituales o en algunas de sus visitas, al igual que Teresa de Jesús, también artistas cómo Francisco Pacheco, Zurbarán o Pedro Duque Cornejo estuvieron trabajando en algunas de sus obras.
Otro de los visitantes destacado fue Cristóbal Colón, amigo del albacea testamentario del Monasterio, Fray Gaspar Gorricio, además era consejero espiritual de los hijos del Almirante, en este lugar preparó el segundo viaje a América. Y en él estuvieron los restos de Colón hasta su traslado definitivo a la Catedral de Sevilla, aunque aún se encuentra el árbol ombú que plantara su hijo Hernando en su memoria. 
Con la desamortización de Mendizábal en 1835 los monjes fueron expulsados, con lo cual acabaron con cuatro siglos de historia esplendorosa y dando comienzo a otra pero ya ligada a la familia Pickman y la fabricación de porcelana y loza.
La riqueza atesorada en ese periodo cartujo y procedente de las distintas donaciones, contemplaba obras de Martínez Montañés, Juan de Mesa, Murillo, Zurbarán, Duque Cornejo, Alonso Cano, Pedro Roldán, Durero o Alejo Fernández.
Desde su construcción se ha tenido que reconstruir en distintas ocasiones debido a las crecidas del río, ello se nota en los distintos estilos que se pueden ver, como el mudéjar del claustrillo, el gótico de su Iglesia, el renacentista de la celda del prior y el barroco en distintos lugares, además de la rica cerámica Pickman.
La Iglesia coetánea de la Catedral hispalense tiene en su fachada decoración mudéjar y plateresca y cerámica bajo un esquema abocinado gótico. Es de una sola nave con bóveda de crucería, destacando el presbiterio y su bóveda de abanico. 
 
El Cristo de la Clemencia de Martínez Montañés se encontraba en la capilla de Santa Ana, hoy se encuentra en la Catedral, al igual que los restos del Arzobispo Gonzalo de Mena que en su momento estaban en la capilla de la Magdalena.
Para el Altar Mayor y otras estancias, un discípulo de Berruguete, Alonso de Villoldo, realizó distintas esculturas o Zurbarán colgó algunos de sus cuadros en la Sacristía.
 
Desde aquí accedemos al claustrillo, que permite el paso al refectorio en el que vemos su techumbre mudéjar de lacerías y piñas y su púlpito gótico desde donde los monjes seguían la lectura y enseñanza durante las comidas. Opuesto al claustro se aprecia la Capilla de la Magdalena, primer templo del monasterio en el que todavía se conservan restos de frescos y azulejos de la época renacentista. La siguiente estancia es la sala capitular, donde destaca su bóveda y las numerosas esculturas decorativas de carácter gótico, en este lugar reposan los restos de la familia Ribera, principal benefactora de la Cartuja.
A mediados del siglo XVIII se realizan distintas reformas gracias al Maestro Mayor de la Cartuja, Ambrosio de Figueroa, entre ellas cabe destacar la construcción de un muro circundante del recinto, que defendiera el recinto de las crecidas de río, la portada de ingreso, la Capilla Pública y la portada del frente este. La Capilla Pública conserva parte de la sillería del coro, incompleta porque el resto fue llevado a la Catedral de Cádiz, fue obra de Agustín de Perea en el año 1697. La portada que se ve desde el río tiene en el remate pináculos vidriados y decorados con azulejos que datan del siglo XVII y otros más actuales que detallan la fecha de su efímera restauración, el año 1759.
En 1419 el Adelantado de Andalucía Perafán de Rivera el Viejo sufraga los gastos de construcción de una iglesia para los cartujos, la Capilla de Santa Ana. En 1523 se finaliza la completamente quedando como una ampliación de dicha iglesia. Sus yeserías data de 1604. El retablo del altar primitivo contenía un antiguo cuadro de Santa Ana, que se conservó allí hasta que fue trasladado por decisión de Santa Teresa de Jesús. En su lugar se colocó el  Cristo de la Clemencia que donó al convento el capitular don Mateo Vázquez de Leca, secretario de Felipe II. La bóveda funeraria de Colón se encuentra bajo esta capilla.
En 1986 el gobierno autónomo de Andalucía se propone la rehabilitación del conjunto y recuperarlo para uso público mostrando el esplendor que tuvo su pasado monástico y fabril. Para ello se crea en 1989 el Conjunto Monumental de la Cartuja de Sevilla, cuya misión es proteger el monumento, convirtiéndolo en centro de investigación y difusión cultural al tiempo que lo acondiciona con instalaciones expositivas para que forme parte de la Exposición Universal de 1992.
Con la Exposición Universal se recupera en todo lo posible el monumento para la ciudad: elementos arquitectónicos, huertos y jardines y aunque parte de su patrimonio estaba perdido el recinto cobra parte de su belleza. Durante la Expo’92 se convierte en el emblema de la muestra y sede del Pabellón Real, lugar de recepción de gobernantes y monarcas de todo el mundo, aunque esto no es un hecho nuevo ya que durante los siglos anteriores también fueron recibidos aquí numerosos visitantes ilustres, pues los Cartujos fueron una orden siempre cercana a la corona, y por ello, con bastante poder.
A partir de 1997 todo este recinto se convierte en sede el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo asumiendo para sí la gestión del personal y las colecciones que han sobrevivido del Conjunto Monumental de la Cartuja así como del Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla. Por decreto pasó a ser un Organismo Autónomo dependiente de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. También alberga el rectorado de la Universidad Internacional de Andalucía.


 


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